Los orígenes de la crisis

los-origenes-de-la-crisisLas raíces de la crisis puede entenderse: a pesar de los avances de la ciencia, el pensamiento y conocimiento intelectual o científico, no ha servido en la práctica, para evitar los conflictos personales, sociales e internacionales que hemos vivido con todavía más abundancia en los últimos tiempos. Hace siglos una de las crisis nos trajo la Ilustración y el racionalismo con gran culto al pensamiento y a la razón. La crisis actual nos lleva más allá, a integrar vivencialmente los valores universales que nos unen, y que transcienden el pensamiento.

Algo esencial falta a pesar de que nuestra tecnología avanzara en progresión geométrica, en un desequilibrio que ha puesto en peligro al propio planeta y a la raza humana. Surge una nueva y generalizada crisis, cuya base es espiritual. A pesar de buenas voluntades y deseos, los valores esenciales que todos anhelamos (amor, paz, felicidad…) no están presentes en forma estable en la práctica, en la mayoría de las personas. Algo está fallando fruto de la desconexión interior de las personas, aunque lo que preocupe generalmente sea la expresión externa, los síntomas.

La salida del conflicto pasa inevitablemente, por atender el conflicto interior. Necesitamos la reconexión interna, empezar a vivir ese amor, paz y felicidad a nivel individual para que pueda expandirse al exterior. ¿cómo hacerlo en la práctica?. En el mejor de los casos, las palabras y buena voluntad expresadas en las familias, sociedad y religiones no han sido suficiente como el estado del mundo ha revelado, además de haber estado asociado a las propias carencias o disfunciones de estas entidades. No es una cuestión de buena voluntad sino de salir de la ignorancia e incomprensión esencial.

Es imprescindible la paz interior. Para ello es clave crear paz en la mente de las personas. Esto no se hace con más pensamiento sino con mayor comprensión y luz. Mientras las mentes esten llenas de pensamientos y ruido, agitadas y dispersas, nos inundarán las emociones, reactivas en gran parte, y no habrá paz. Las personas actuarán en base a ellas con una profunda carga inconsciente y negativa, que exportarán a las relaciones personales, sociales e internacionales. Y si no hay paz dentro de la persona no la habrá fuera de ella, en los colectivos ni en el mundo. La paz no puede venir de fuera, sino que ha de venir de dentro. Hemos de recuperarla, forma parte de nuestra naturaleza.

Para poder vivir de verdad los valores esenciales y expresarlos es necesario un nivel elevado de serenidad y ecuanimidad, que está ineludiblemente asociado a una mente en calma, más meditativa o contemplativa. Este camino requiere mayor perspectiva y apertura más allá de la ignorancia extendida de estos temas. También algo de práctica al habernos habituado a lo contrario. Tiene que ver con aprender a aquietar y serenar la mente, recuperar el valor del silencio interior y darle su espacio. Es necesario conocernos a nosotros mismos: mayor comprensión y conciencia a todos los niveles. No es este un viaje de conocimiento intelectual, sino presencial e integral. Buscar aquellas actividades de crecimiento que nos ayuden en este proceso es importante. Hay talleres y retiros adecuados en esta linea. Es la parte del viaje que ha de hacer uno mismo, que nadie puede hacer por nosotros.

Es aquí donde debería realizarse la inversión principal, en las raíces del conflicto, más que en sus síntomas. Hay muchas ONG´s para atender los problemas sintomáticos pero practicamente ninguna atiende a las verdaderas causas: la ignorancia, no de conocimientos externos o intelectuales, sino del propio ser humano, de su mente y condicionamientos. Algunos realizamos un trabajo integral en esta línea, todavía en la periferia del sistema educativo y social. Lo hacemos con quienes tiene la disposición y motivación para acercarse a este tipo de trabajo.

Esta oportuna crisis nos puede ayudar a mirar dentro, a reconciliarnos con partes olvidadas de nosotros mismos, y dar una mayor atención a lo realmente importante. Sorprendentemente, al avanzar en ese camino, se irá produciendo su manifestación en nuestra realidad externa. Es una llamada a activar nuestro potencial real y vivir con mayor coherencia nuestro verdadera naturaleza y ser. Es una oportunidad para crecer. Una puerta abierta que nos invita a pasar a un lugar más luminoso y pleno que resuena con nuestros más profundos anhelos, y que nos une realmente a la vida en todas sus formas.

(JIF)

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