El viaje del héroe

753524_50387935-150x150Se nos concede más de una oportunidad para responder a la llamada solar, pero hay que reconocerla y atreverse a atenderla. Los resultados se manifiestan más adelante. En ocasiones la manifestación se produce por medio de un encuentro importante. Las relaciones pueden proporcionarnos nuestro despertar especialmente si se inician o terminan durante movimientos significativos en la carta, en los que intervenga el Sol. La intervención de otra persona en nuestra vida puede transformar nuestra consciencia y enviar al héroe solar por la senda de su búsqueda. Recibida la llamada, generalmente el héroe encuentra un ayudante o recibe asistencia de fuerzas exteriores. No tiene que esforzarse para obtener esa ayuda inicial. El derecho divino del héroe es puesto a prueba, pero a la vez se le proporcionan todas las alternativas posibles, menos echarse atrás, para ayudarle a lograr sus objetivos. En el mito, el héroe no se lamenta.

Es posible negarse a la llamada, entonces, por lo general, vuelve a expresarse de otra forma, con pruebas más difíciles. Aunque intentemos escapar al destino que refleja el Sol…pero es imposible. Pagamos caro la negativa a llegar a ser nosotros mismos. Con frecuencia, el resultado es una depresión profunda y un sentimiento de fracaso y de vacío. Además transmitimos esto, las heridas y las pruebas a las generaciones siguientes, y son tus hijos quienes lo sufrirán. Se ven obligados a hacerse cargo de las tareas solares que los padres dejaron sin terminar, y que con cada generación que las evita se hacen más grandes y pesadas. Es posible negarse tan drásticamente que uno se refugie totalmente en un mundo lunar, convirtiéndose en un “lunático crónico”. El mundo está lleno de gente extraviada que ha rechazado la llamada solar a la aventura, no una sino muchas veces. Muchos de ellos parecen “normales”, salvo que no hay nadie en casa:

La ayuda externa que recibe el héroe, proviene del interior aunque a veces se encarna en otra persona que nos ofrece apoyo o claves necesarias en el momento preciso. La ayuda aparece justo después de que el héroe haya aceptado consciente y sinceramente la llamada. Es como si algo dentro de nosotros que constituye un poderoso apoyo se activara cuando encaramos y aceptamos nuestra propia senda individual en la vida.

El héroe está redimiendo un problema que va más allá de su propia búsqueda personal. Aunque crea que lo hace únicamente para si mismo, el héroe solar está haciendo algo por la colectividad. El héroe debe realizar su tarea porque algo le impulsa a ello desde dentro. Si la cumple simplemente para complacer a otras personas, por más humanitario que quiera parecer, terminará enredado en complicaciones sin fin, al no ser fiel a sí mismo. Debe proseguir su búsqueda porque lo que apremia a ello es su propia necesidad interior, no porque así hará que los demás lo quieran. Y sin embargo, en el acto de realizarse como individuo aportará algo a los demás. El Sol es profundamente paradójico.

El héroe llegará al “cruce del Umbral”, que refleja un conflicto interior básico que existe en todos nosotros, que debemos enfrentar y transformar. Entre otras expresiones externas pueden ser nuestra permanente batalla contar la inercia, apatía, estancamiento, adicición, o puede ser la pugna por dejar una relación insatisfactoria pero compulsiva, o un trabajo que nos anula, o una familia que nos devora. El problema es la soledad que acompaña siempre a cualquier expresión individual, y reune nuestras mayores angustias sobre la separación y la pérdida, porque siempre existe el riesgo de que si, emergemos, ya nadie podrá amarnos. Por eso el “cruce del umbral” o la “batalla con el dragón” son imágenes del hecho de asumir la carga del propio ser independiente, que es la primera etapa del viaje solar. El héroe está equipado para perseguir el auténtico objetivo de la búsqueda, porque ha demostrado que puede valerse solo.

El Sol, encarnación del héroe mítico, se esfuerza por lograr la recompensa final, un núcleo indestructible de identidad que justifica y da valor a la existencia. El héroe y su premio son en realidad lo mismo. El tesoro es el núcleo esencial del héroe, su lado divino que estuvo siempre oculto en su cuerpo mortal.

El sentimiento de ser y existir, sólido e indestructible es algo muy precioso y mágico, y es también difícil, pero posible, de alcanzar. Si vivimos el Sol tan plenamente como nos sea posible, podemos tener el sentimiento de que nos hemos asegurado nuestra mínima porción de eternidad al ofrecer al colectivo algo que tiene un valor perdurable. Hemos dado a la vida algo de nuestra propia vida. A veces esto consiste en trabajar sobre lo que echaron a perder o no hicieron los padres, infundiéndolo vida nueva.

Muchas personas tienen miedo de expresar las potencialidades de las que se saben poseedoras porque en algún nivel temen las separación de la psique familiar que tal expresión llevaría consigo. Liberarse en la medida suficiente para transcender el círculo familiar, especialmente si los propios padres estuvieron bloqueados y fueron personas reprimidas y sofocadas, es el equivalente a la lucha contra el dragón. Más allá de inútiles sentimientos de culpa. El oro solar es un potencial humano, común a todos nosotros, pero si está enterrado en el inconsciente permanece siempre en estado potencial. Se necesita un individuo para hacer efectivo el elixir.

Finalmente el héroe debe regresar, y el retorno no es más simple que el proceso que lo llevó a partir. Debe cruzar una vez más, el umbral, con el elixir, para reingresar en la vida ordinaria. El mito del héroe se repite continuamente en muchos niveles en nuestra vida, este difícil proceso de retorno sigue a cada acto de creación y de triunfante autorrealización.

Cuando expresamos el Sol nos sentimos auténticos y poseemos un aura de autoridad personal. Las raices etimológicas de las palabras autenticidad y autoridad  es la misma: autos, la palabra griega que significa “si mismo”. El Sol nos proporciona un sentimiento de validez y potencia personal. Sin él nos quedamos con una sensación de vacío infértil, y con una desesperada necesidad de reconocimiento ajeno. Cuanto más capaces somos de sentirnos individuos separados, más nos liberamos de los conflictos y compulsiones inconscientes de la psique familiar. No exige rechazar a la familia. Cuanto más somos nosotros mismos, más tenemos para dar a los demás, de forma más auténtica y generosa. El miedo, envidia, resentimiento, y todo tipo de maniobras personales y familiares para socavar sutilmente nuestros talentos y potencialidades es lo que corrompe a las familias. Ese es el pecado contra el dios Solar, contra un principio arquetípico básico esencial. Si se le niega su valor, y no se le rinden honores, se venga en la psique familiar, causando conflictos y sufrimientos que se transmiten psicológicamente de padres a hijos.

La culpa nos dice que no merecemos ser felices, la angustia no hace temer el cambio y las potencialidades del futuro, y el resentimiento nos hace destructivos. Aunque son sentimientos humanos arquetípicos, podemos transmutarlos, ese es parte del viaje del héroe. La función del Sol es romper las maldiciones, significa que cuanto más nos valoremos, menos prisa nos daremos por satisfacer compulsivamente las expectativas ajenas, menos miedo tendremos a que la vida nos abrume y nos sentiremos menos resentidos por las potencialidades que no hemos llegado a vivir y realizar.

Cuanto más nos conocemos, cuanto más sabemos quienes somos, más probabilidades tenemos de ser héroes, de actuar de acuerdo con nuestra propia verdad, o de acuerdo con lo que está bien para nosotros, e incluso si las consecuencias son difíciles o dolorosas, podemos conservar nuestra integridad y nuestra fuerza.

El Niño divino es nuestro sello de autenticidad solar, que está presente en nosotros como una semilla, pero que necesita toda la vida para crecer. El Sol nos da la sensación de que tenemos un futuro que tiene significado, de que nuestra vida se ajusta a un diseño inteligente. Entonces somos capaces de mantener la confianza en nosotros mismos y de explorar lo desconocido, sabiendo que sobreviviremos.

De “Apollo’s chariot” by Liz Greene PhD

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