La inútil guerra de los sexos y otras identidades

Nuestra identidad esencial no es ser hombre o mujer, como no lo es ser español o inglés.  Por encima de ello somos seres humanos, esencialmente lo mismo.  Cuando la muerte se aproxime qué importancia tendrá ser mujer u hombre, español o inglés?.  Cuando desaparece la identidad asociada al cuerpo físico o al terrritorio, queda lo esencial, el ser, el espíritu que anima al cuerpo, el alma. La calidad de ser humano que hay en ti y qué expresas, y en esto hay amplias variedades en ambas formas.

No se puede obviar los abusos y excesos que la energía masculina realizó y todavía en parte realiza. En este mundo en crisis y transformación también el reequilibrio energético se inicia. Todos tenemos energías masculina y femenina aunque ciertamente hayan estado desequilibradas en nuestro interior y por tanto en el exterior, en el mundo, pero ahora el cambio, aunque tenso en sus inicios, se está dando.

“Todos los hombres son iguales” creencia que a veces se escucha, y que quizás tenga más que ver con el hecho de que tendemos a atraer o elegir personas de cierto patrón energético parecido, y concluimos que “todos son iguales”…pero más bien procede de la psique y de la relación interiorizada de nuestros padres, no de la realidad colectiva. Las generalizaciones suelen afectar a “inocentes” y construir programaciones negativas que no ayudan. Al igual que los alemanes contemporáneos no son nazis, aunque pueda haber una minoría afín, hay variedad de hombres y mujeres. Generalizar negativamente, sobre todo alimentar aversión al hombre, o/y por supuesto a la mujer, es hacer(se) daño.  No beneficia a este mundo una inútil  guerra de género.  Como decía Areilza: “No hay peor sumisión que el adoptar aversiones u odios ajenos”.

Seguramente hay más hombres superficiales, o desconectados del sentimiento, del amor, hombres ignorantes de lo esencial que viven a niveles básicos del cerebro reptiliano, con profundas limitaciones y bajo nivel de conciencia, embrutecidos, o de baja vibración. También existen hombres sensibles con menor o mayor nivel de expresión, con sabiduría. Hombres que aman y sienten profundamente, hombres que no abusarían  de otro ser humano. Existen mujeres de igual condición, incluidas las de nivel básico de consciencia con una emocionalidad que explota en las alcobas, alimentada entre otras energías propias, por un rencor hacia lo masculino, personificado en el hombre. Algunas mujeres han imitado la peor versión de la energía masculina y lo utilizan contra si mismas y contra los hombres. Y la mayoría, hombres o mujeres, andan a medio camino, entre las luces y sombras de la condición humana. En ese sentido todos hemos sufrido y de alguna manera nos intercambiamos los papeles.

La mirada convencional es limitada. No se trata de construir más cárceles, sino de educar, y crear consciencia con perspectivas más amplias cuya base ha de ser transpersonal, es decir integral, para tener posibilidades reales de mejora. El amor es el camino, pero el amor real requiere perspectiva y comprensión para desatar los nudos que nos impiden amar plenamente.

No ayuda a tus hijas o amigas, no te ayuda a ti hablar…o pensar, o guardar rencor, a tu padre, o a tu ex, establecerte en una identidad de víctima o inocular odio contra otros. Quede claro, que esto no es apología de la sumisión, no impide denunciar lo que corresponda o poner los límites necesarios, la distancia y el adiós. Pero el resentimiento parcial o generalizado causa daños propios y colaterales. Como decían: “tener rencor es como tomarse una taza de veneno y esperar que haga daño al otro”.

Hay que apuntar más alto. Comprender que quien hace daño y utiliza su fuerza,  energías o lo que sea en contra del otro, lo hace como fruto de haberlo sufrido o de ignorar que el otro es parte de uno. Un mundo nuevo detrás de este caos aparente está surgiendo, donde en vez de separarnos más, converjamos hacia la unidad. En vez de más aversiones y odios, encontremos puentes y caminos para vivir lo que somos y compartir lo esencial que nos une. Es posible, vamos a ello.

José Ignacio Fernández

Ver artículo complementario muy interesante y clarificador: Ser un verdadero hombre o mujer 

 

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