Para quienes buscan la paz en la normalidad

espiritualidad-realLa verdad es como una escalera con numerosos peldaños. A veces te instalas en uno de ellos y te dices a ti mismo que es el bueno o que ya has hecho bastantes esfuerzos, cuando en realidad es sólo que te has detenido en el camino.

¡Cuántas veces hemos pedido ser sólo “normal”! imaginando que así alcanzaría la felicidad…

Alguien dijo:  “escuchamos al sabio directamente y se enciende una pequeña hoguera y después nos quedamos solos. Eso duele mucho. Nos entran ganas de volver a ser simplemente “normales”. Y al escuchar esto el sabio le respondió:

“ Sí, yo también imploré el auxilio de la normalidad hace tiempo. Creí  saborearla cuando trabajaba con sencillos pescadores desde el amanecer, comía, reía, bebía y dormía sin hacerme más preguntas. No hacía daño a nadie. Estaba allí y eso era todo. El problema es que empezaron a acumularse granos de arena en los ejes de aquella vida que al principio rodaba fácilmente. Vi envidia, maledicencia,  violencia secreta en unos hombres y mujeres que había creído sin historia, espontáneos y sanos de espíritu. No era el más hermoso ideal de normalidad. Estaba tejido de mezquindades silenciosas, de deseos reprimidos y de agresiones que se ocultaban tras la máscara de la defensa…

Para aquellos pescadores eso era la normalidad: perpetuar en lo cotidiano los pequeños y grandes sufrimientos de la existencia, justificarlos, exigirlos casi como una herencia y soportar las fatalidades de la vida sin querer ser molestados por ninguna cosa. Aquello me permitió reconocer en la normalidad esas terribles arenas movedizas que se tragan a nuestro mundo día a día, tibieza tras tibieza.

Lo peor que le puede suceder a un ser, es tener la impresión de vivir cuando no hace más que existir! Lo que palpita en lo más profundo de nuestro pecho no tiene nada que ver con la normalidad. El milagro de Lo que ama, espera, incluso a la sombra de los silencios, es todo, salvo normalidad. Vivir es también equivocarse, incluso quemarse a causa de una audacia.

Yo conozco a algunos aquí, que se reprochan muchas cosas…seres para los que nunca brilla el sol, que creen que el Eterno se equivocó al hacerlos nacer en este mundo. A menudo quieren desaparecer bajo tierra y vivir en una normalidad que les evite hacerse preguntas sobre el itinerario propio. A todos ellos puedo decirles: Bendecid vuestra diferencia…agradeced los obstáculos, pues están hechos a medida del plan que la vida desarrolla en vosotros y a través de vosotros.

Yo sé hasta que punto puede juzgarse como cruel esa fuerza que llamamos vida. Cruel si quieres pero siempre  significativa y apuntando con exactitud al lugar de nuestro ser al que ha de llegar.  Fuerza nunca malvada. De modo que si el destino os reserva alguna puñalada, sabed que es ante todo, una propuesta que os hace la Divinidad. Cada golpe que se da o se recibe tiene un significado. Depende de vosotros averiguarlo, tenéis libertad para hacerlo, basta desearlo y tener el valor para ello…

Comienza por hacerte bien a ti mismo. ¿cómo? Amándote un poco más!. Ahí empieza todo, en el amor a sí mismo. ¿no es egoísmo y orgullo ponerse primero? No, si te ocupas como te lo pide la vida que fluye en tu ser…, a eso se le llama dignidad, simplemente. Sí, la dignidad de ser un alma a la que se le ha ofrecido el honor de lo humano. La dignidad de mantenerse a medio camino entre el Cielo y la Tierra, y de tener un corazón capaz de abrirse al infinito. Aprende a amarte. No hay vanidad en ello…Cada uno es un templo que muere por haber olvidado lo que es. Invita pues a lo eterno a ocupar su lugar en ti. No un poco, sino todo…

Textos de “Aquel Clavo Que Clavé” –una exploración del sentimiento de culpabilidad-

Por D. Meurois-Givaudan

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