Riesgos y daños de las suposiciones

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Un factor que crea muchos impedimentos a las personas que intentan avanzar hacia sus metas deseadas o hacia la solución de sus problemas son las suposiciones que boicotean nuestra vida. Suponemos que «algo» no le va a gustar a tal persona, suponemos que alguien ha dicho o ha hecho algo que no es así realmente y sobre todo vemos intenciones negativas donde no las hay. Damos realidad a algo falso y (nos) hacemos daño.  También suponemos cosas positivas, pero éstas no nos boicotean ni generan tantos impedimentos como las negativas.

Creemos que sabemos lo que piensa el otro. Tendemos a hacer suposiciones sobre todo lo que nos rodea. Y además, pensamos que aquello que suponemos es real. Hacemos suposiciones sobre lo que los demás hacen, sienten o piensan y luego nos tomamos las cosas como personales. Y entonces, ¿a dónde nos lleva todo eso? A atacar, culpar y criticar al otro. A sentirnos, heridos cuando puede ser que lo que ha dicho la otra persona no tenga nada que ver con lo que nosotros hemos interpretado

El miedo a preguntar

Tenemos miedo a pedir una aclaración de lo que acabamos de escuchar. Miedo al que dirán, miedo al que se enfaden con nosotros, miedo al conflicto, miedo a perder al otro…. y por ese motivo presuponemos. Para evitar sentir miedo, y a la vez para convencernos de que «ya sabemos» lo que piensa el otro, «ya comprendemos» al otro. Ese miedo es el que nos lleva al conflicto, porque de alguna manera, interpretamos lo que nos dicen, y nos lo tomamos como personal, como un ataque directo hacia nosotros. Solo vemos lo que queremos ver, y oímos lo que queremos oír. Filtramos porque nos lo llevamos a terreno personal. Cuando creemos algo, suponemos que tenemos razon hasta el punto de enzarzarnos en una batalla, y destruir relaciones por defender nuestra posición.

Suponemos que todo el mundo ve la vida con las mismas gafas que nosotros. Que todo el mundo piensa, siente y actúa con nuestros mismos valores, y creencias. Esta es la suposición más grande que hacemos ante los demás. Creer que nuestro mapa mental es igual que el mapa mental de mi vecino. Esta es la razón por la cual, nos da miedo ser auténticos ante los demás, por miedo a que nos juzguen, como nosotros hacemos con nosotros mismos. Somos los primeros que nos rechazamos, ante nosotros.

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La manera de dejar de suponer, es empezar a preguntar. Aunque creamos que sabemos la respuesta, que hemos entendido el tono de voz, y que la cosa va con nosotros, quizá no es así. Por eso, para evitar malentendidos, es necesario no interpretar en la medida de lo posible. Sino preguntar, y seguir preguntando. Si dejamos de suponer cosas ante nuestra pareja, ante nuestra familia, ante nuestros amigos,nos facilitaremos mucho la vida porque podremos comunicarnos desde un lugar más claro y transparente con los demás, y sobretodo con nosotros mismos.

A. Reyes.

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En realidad, las suposiciones tienen una función importante: llenan de forma temporal un espacio de información que nuestros actos no han podido corroborar aún. Pero tienen riesgo cuando nos falta información para llegar a una conclusión contrastada y objetiva, solo nos podemos basar en nuestra experiencia previa y en los conocimientos adquiridos para crear una pre-visión (o creencia) que nos permita esbozar posibles escenarios.

Hasta aquí todo normal. El gran problema está en que con frecuencia olvidamos que esa información o respuesta que nosotros mismos nos damos es temporal y que NECESITA ser contrastada para pasar a ser un dato definitivo.

En este punto es donde se une el hambre con las ganas de comer, pues ante la necesidad de contrastar una suposición muchas veces se une la dificultad para preguntar o investigar. Nos resistimos a hacerlo por los motivos que sean:

  • Porque nos sentimos seguros de la respuesta (pero da igual que te sientas seguro, ¡contrástala!).
  • Porque nos hace mostrarnos inseguros de un tema y nos da vergüenza («¿qué dirá el otro cuando le pregunte?, ¿qué pensará de mi que ahora voy y le saco este tema?»).
  • Por miedo a las consecuencias de la respuesta del otro (mejor vivir en un engaño dulce que en una verdad que me exija coherencia); porque investigar la verdad requiere de mi pro-actividad, de mi implicación y esfuerzo («…y en el sofá estoy muy agustito»); porque, al fin y al cabo, ya estoy acostumbrado a «lo que hay» («aunque no me guste»); y así, infinidad de motivos habituales o excepcionales que la mente logra vendernos y que nosotros compramos.

Las personas que acuden a consulta se asombran cuando se hacen conscientes sus resistencias a preguntar abierta y directamente, pero cuando lo hacen, se llevan muchas sorpresas al empezar a encontrar datos definitivos, contrarios a lo que llevaban tiempo suponiendo. Se les abren entonces posibilidades nuevas, se evitan problemas sociales, se les allana el camino hacia sus mejoras deseadas y su crecimiento personal, y sobre todo se acercan un poco más a la verdad -en detrimento de la fantasía- desde una posición de pro-actividad que los hace sentirse resolutivos, empoderados, co-creadores de su propia vida, en vez de simples observadores estáticos.

Pruébalo tu mismo, contrasta sus suposiciones y creencias. ¡No dejes que boicoteen tu vida!

Fuente: Espacio Impulso

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LAS TRES PUERTAS

Un joven discípulo dijo a un sabio filosofo:Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando mal de ti.

Espera, le interrumpio el filosofo. ¿ya hiciste pasar por las tres puertas lo que vas a contarme?

¿que tres puertas?

Sí, la primera es la verdad ¿Estas seguro que es totalmente cierto lo que vas a decirme?

No, lo oi comentar a unos vecinos.

Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda puerta, la bondad. Lo que quieres decirme ¿es bueno para alguien?

No, al contrario.

Y la ultima puerta es la necesidad ¿es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?

No, no es necesario.

Entonces dijo el sabio sonriendo: «Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, mejor sera olvidarlo

para siempre»

!QUE BUENO SERIA PENSAR SIEMPRE EN LAS TRES PUERTAS ANTES DE HABLAR!.

 

Cuenta una parábola que un hombre y su mujer salieron de viaje con su hijo de 12 años, que iba montado sobre un burro.

Al pasar por el primer pueblo, la gente comentó: “Mirad ese chico tan maleducado: monta sobre el burro mientras los pobres padres van caminando.”
Entonces, la mujer le dijo a su esposo: “No permitamos que la gente hable mal del niño. Es mejor que subas tú al burro”.

Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuró: “Qué sinvergüenza, deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va cómodo encima”.
Entonces tomaron la decisión de subirla a ella en el burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas.

Al pasar por el tercer pueblo, la gente exclamó: “¡Pobre hombre! ¡Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro! ¡Y pobre hijo! ¡Qué será lo que les espera con esa madre!”.
Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres y continuar su viaje.

Al llegar a otro pueblo, la gente dijo: “¡Mirad qué familia, son más bestias que el burro que los lleva! ¡Van a partirle la columna al pobre animal!”.
Al escuchar esto, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro.

Pero al pasar por el pueblo siguiente la gente les volvió a increpar: “¡Mirad a esos tres idiotas: caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos!”.

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