Juan José Tamayo, Teólogo y Catedrático de Teología y Ciencia de las Religiones
Diagnóstico de salud del diálogo interreligioso? Es preciso superar los tribalismos que se dan en el mundo de las religiones. La religiones establecidas en un territorio fijo, vinculadas a una cultura cerrada, basadas en unos principios doctrinales rígidos que atienden a unas orientaciones morales muy definidas, dificultan el encuentro en general con otras cosmovisiones. Cada una de las religiones se empeña en reforzar aquello que las diferencia de las demás. Ello dificulta los intentos de comunicación y de diálogo.
¿Tras todo su recorrido teológico/vital, cuál es su preferencia? Una espiritualidad sin nombre, ni adjetivos; espiritualidad surgida desde la experiencia humana radical y profunda en cada contexto.
¿Escasean espacios para el cultivo del ser? Cierto, no existe espacio para elcultivo del ser, para la mirada interior, para el descubrimiento de lo profundo de la realidad íntima. Nos movemos en el plano de la superficie. De ahí que nuestra cultura sea epidérmica, no va a lo que hay debajo, al trasfondo. Vivimos una cultura de lo llamativo, de lo espectacular, de lo que impacta, una cultura en definitiva de masas, que busca índices de audiencia, que repara en la cantidad en detrimento de la cualidad. Esta cultura en la que estamos ubicados genera unas carencias extraordinarias al ser humano. Sensación de desasimiento, de falta de asiento, de lugar donde ubicarnos. El ser humano está rodeado de cosas, pero vive una situación de desprotección total.
¿Escasean respuestas ante esta cultura del vacío? Esta cultura del vacío, de la frivolidad, de la apariencia y de la exterioridad no le satisface en realidad al ser humano. La insatisfacción es muy general, tal como se puede observar en el aumento de depresiones y suicidios, en la proliferación de desencuentros y conflictos en el entorno familiar. Hay un abandono de creencias, pues no se encuentra la satisfacción que en ellas se busca. Hay también huida de la realidad, reclusión en el individualismo. La gente busca la manera de compensarlo…
¿Pero la gente no corre a la religión para satisfacer esas carencias? La religión institucional no responde a las inquietudes profundas, a la vaciedad de nuestra cultura. La espiritualidad tiene que ser integral y contemplar la totalidad del ser humano y de la persona.
¿En medio de esa crisis, cuál es la oferta de las religiones? Una espiritualidad muy cerrada, un código moral, un credo, un conjunto de verdades que hay que creer. Eso a la gente no termina de satisfacerle. Esas verdades se conforman de modo dogmático. Pero por la vida no podemos ir con certezas y verdades absolutas. La verdad es itinerante, es un camino de búsqueda. El dogma es una perversión de las religiones. El dogma es la negación del símbolo, la petrificación de la experiencia religiosa. Ofrecen la aceptación de unas verdades, de unos principios doctrinales que tienen que reconocerse y aceptarse en su literalidad. La vida no funciona con dogmas, con verdades cerradas y fijas. La vida es camino.
¿Desconexión entre el mundo ritual y el mundo vital? Las religiones ante esta crisis ofrecen un espacio. ¿Qué se hace en ese espacio? En los templos se ora, se practican los sacramentos, se hacen los ritos. ¿Qué relación tienen esos sacramentos, esos ritos con la vida y la experiencia humana? Ninguna o muy poca. Hay una gran desconexión entre el mundo vital y el ritual. Los símbolos que se utilizan en las celebraciones religiosas han ido perdiendo su significado a lo largo de los siglos, pues no están en conexión con la vida de hoy. El dogma es una perversión, un empobrecimiento de las religiones. En el comienzo el dogma era el evangelio. El evangelio quiere decir buena noticia, anuncio de liberación para los pobres, los oprimidos, los marginados… La nueva espiritualidad, en el caso del cristianismo, debe tender a rescatar la buena noticia de la liberación de los excluidos. ¿Qué es lo que ha ocurrido en el curso de los siglos con ese lenguaje de símbolos, de imágenes, de parábolas que representa el lenguaje de Jesús? Se convierte en dogma a partir del siglo IV. Eso es una simplificación, un empobrecimiento.
¿Dónde se ubicaría Jesús de Nazaret en el mapa espiritual de nuestros días?Jesús vivió la religión de sus padres, desde una perspectiva crítica y humanista. Él no es un creyente fundamentalista, sino un creyente crítico. Cuestiona el templo, las instituciones, los ritos, los sacrificios, la propia ley, si no se coloca al servicio del ser humano. Jesús es tradicional en cuanto que vive la experiencia de fe de sus padres, pero no es tradicionalista, en cuanto que no absolutiza la tradición. Una cosa es la tradición, en cuanto referencia a los orígenes, a las propias raíces, y otra es el tradicionalismo. Jesús nunca impone, sino que dice: “Si quieres seguirme, éste es el camino”. Jesús en nuestros días estaría abierto, con todos los respetos, a otras vivencias espirituales.
¿Rasgos de la nueva espiritualidad…? La espiritualidad no necesita de las instituciones de forma necesaria. Vamos hacia una espiritualidad sin adjetivos, hacia una interespiritualidad basada en la diversidad de vivenciasen función del contexto cultural. Soy partidario de una unión en lo interno. Una espiritualidad sin adjetivos debe nacer de la propia subjetividad, de la interioridad del ser humano, de sus propias vivencias. La experiencia espiritual tiene ese componente personal. La institución frena esta experiencia. La experiencia no puede ser dirigida, ni controlada por la institución.
¿Riesgo de uniformidad?Yo no soy partidario de una espiritualidad uniforme. Se puede caer en el pensamiento único y la diversidad es una riqueza de lo humano. La diversidad cultural y religiosa supone una inmensa riqueza humana. La diversidad biológica es una inmensa diversidad de la vida. La diversidad de planetas es una riqueza del cosmos y así sucesivamente…
¿Otros rasgos de la nueva espiritualidad? Ha de ser comunitaria. El sujeto de la espiritualidad es el “yo”, pero un “yo” como hermano. No es un “llanero solitario”, ni “un lobo estepario”. El ser humano en cuanto que ser social, se construye en relación con el otro. . Es decir, la subjetividad tiene que comunicarse con otras subjetividades y así se convierte en espiritualidad “intersubjetiva” o comunitaria. Las experiencias subjetivas se dan en un entorno de comunidad. La nueva espiritualidad tiene que ser también ecológica, respetuosa de la casa del ser humano. ¿Dónde nos encontramos más cómodos? En nuestra propia casa, en la naturaleza. Para que la espiritualidad subjetiva y al mismo tiempo comunitaria se desarrolle plenamente ha de vivirse en la propia naturaleza, que es nuestra casa, nuestro hogar común. El cosmos, la naturaleza, la Tierra es el lugar ideal donde el creyente vive su propia experiencia espiritual. Es preciso recuperar esa idea de carácter sagrado de la naturaleza. Las religiones cósmicas consideran el árbol, la Tierra, la tormenta, la cueva, la cumbre… elementos y espacios sagrados. Yo creo que tienen razón.
¿hemos de volver a pactar con la Tierra? Hemos de ser más humildes y llegar a un pacto con la Tierra. La secularización no está en contra de reconocer lasacralidad de la naturaleza. Sólo reconociendo esta sacralidad el ser humano se verá obligado a respetarla en su integridad. Por lo tanto, la espiritualidad subjetiva y comunitaria considera a la naturaleza como el lugar ideal de encuentro con lo sagrado, con el misterio, con lo divino…, cada uno encuentre la palabra adecuada. Es preciso evitar a toda costa el antropocentrismo de la modernidad. El ser humano