Estos son las habituales razones de entrada en una relación de pareja, los tipos de unión de pareja:
La unión de pareja por conveniencia emocional se produce cuando una de las dos personas considera que el perfil psicológico de la otra le puede favorecerle a ciertas características de su personalidad que sabe que son egoístas pero que no desea cambiar. Por ejemplo, a una persona dominante y autoritaria le puede convenir como pareja alguien sumiso y dócil, a una persona caprichosa le puede convenir alguien complaciente, a una persona miedosa alguien decidido o a una persona perezosa alguien activo. El problema no está en que haya diferencias de personalidad, sino que a la pareja se la elija por conveniencia emocional, y no porque haya un sentimiento por ella. Si una persona necesita superar el miedo puede buscar ayuda psicológica para superarlo, incluso en la pareja, pero no debe elegir a su pareja por esa razón. En estos casos lo que suele ocurrir es que la relación que se da entre los miembros de la pareja es de dominio o de dependencia psicológica. En una relación de dominio, el dominado se sentirá esclavizado en la relación, pues sólo recibe del otro órdenes y no sentimientos, mientras que el otro, el dominador, también sufre, pues aunque su egoísmo está complacido, la ausencia de sentimientos por su parte le hace sentirse vacío e insatisfecho en la relación.
La unión por afinidad mental se produce entre dos personas que comparten los mismos gustos, mismas aficiones o los mismos intereses. Por ejemplo, personas que tienen el mismo nivel social, el mismo tipo de trabajo, nivel intelectual semejante, las mismas expectativas profesionales o materiales, o que se divierten con las mismas aficiones, por ejemplo hacer deporte o acudir a fiestas. No hay nada de malo en compartir aficiones o intereses. Lo que aquí exponemos es que la decisión de elegir una pareja no puede ser tomada en base a la afinidad mental, pues esto les une sólo a nivel mental, pero a no nivel de sentimientos. Será sólo una afinidad mental, nunca sentimental. Los sentimientos han de surgir espontáneamente, aún cuando no encajen en los esquemas mentales que uno tiene de “la pareja ideal”, que suelen ser estereotipos. Esto sólo son fantasías mentales que alimentan la imaginación y que poco tienen que ver con los sentimientos. Estas uniones por afinidad mental suelen tener una época de aparente buena marcha, pero generan una sensación de vacío en el interior cuyo origen resulta difícil identificar, pues a los ojos del exterior, que funciona mucho con la mente, parece que se tiene todo lo que hace falta pero se carece de lo necesario que son los sentimientos.
Las personas que se unen por necesidad de ser amados. Personas que se han sentido poco queridas en la vida o con nostalgia de un amor que no han conocido en esta vida, pero que su interior intuye que han vivido. Suelen ser personas con una autoestima baja. Se sienten poco atractivos y creen que nadie les va a querer. No se creen con el derecho de poder ser felices. Muchas han tenido una infancia difícil, con carencias afectivas enormes, desamparo o situaciones de maltratos físicos o psicológicos. Si esa persona no se ha liberado todavía por sí misma del ambiente familiar opresivo puede utilizar la relación de pareja con una válvula de escape para liberarse de esa relación familiar insufrible. El problema es que si esa necesidad de ser amado es muy acuciante puede provocar desesperación y ceguera emocional, ansiedad por encontrar rápidamente a alguien que llene ese vacío. Estas personas también suelen vivir relaciones de dominación o de dependencia. Muchas han llegado a la relación huyendo de una relación familiar asfixiante. Cuando dan con alguien autoritario y dominante suelen ser sumisas y permiten que el otro los domine y les humille. La ceguera emocional, la falta de claridad y el deseo de escapar les han hecho elegir con la creencia de que no podía ser peor que lo vivido. Y ha resultado ser que lo desconocido era igual o peor que lo que intentaban dejar atrás. El desconocimiento de algo mejor les hace incluso aceptar esta situación como normal y acaban adoptando el mismo rol de sumisión que tenían en su familia, con lo cual en su vida de pareja reproducen las mismas situaciones de sufrimiento que en la vida familiar. A veces sí eligen buscando lo contrario de lo que han tenido, es decir, buscan personas cariñosas, pacíficas, tolerantes y de buen corazón, que saben que las van a tratar bien. En estos casos hay una relación más de tipo paternal/filial o maternal/filial, pues buscan recibir de la pareja el cariño que no tuvieron de sus padres, y por eso el cónyuge actúa más de protector que de pareja. La persona rescatada de la relación familiar de sufrimiento se siente agradecida y en deuda con el protector que les rescató de la situación de sufrimiento y procura compensarle de alguna forma, hasta el punto de llegar a autoconvencerse de que ese sentimiento de gratitud es amor de pareja. Se genera una relación de dependencia entre uno y otro. Hay menos sufrimiento, pero sigue sin haber felicidad, porque no hay correspondencia de sentimientos, pues al menos por una parte hay sólo agradecimiento y esto hace que ninguna de las dos persona sea feliz, la una porque no ama y la otra porque no es amada.
La unión que se sustenta en la necesidad de amar es un tipo de relación que se da cuando uno de los miembros, o los dos, tiene ya una capacidad de amar bastante desarrollada y necesita manifestarla para llenarse y sentirse feliz. Suelen ser personas que tienen nostalgia de haber amado intensamente. Cuando esta necesidad de amar y de encontrar al ser amado se hace muy acuciante, puede ocurrir que la necesidad de sentir se imponga sobre los propios sentimientos, y se elige a la pareja no en función del sentimiento que surge por ella, sino por la propia necesidad de amar. La necesidad de amar está unida a la capacidad de amar. Las personas que tienen gran capacidad de amar pueden querer a muchas personas, pero no significa que se puedan enamorar de cualquiera de ellas, pues el sentimiento de amor de pareja no se despierta con cualquiera. La persona que se ve dominada por la necesidad de amar padece también una ceguera emocional que le impide distinguir el amor de la necesidad de amar. Es decir, se autoconvence de que está enamorada, cuando en realidad se esfuerza por sentir amor. Además tampoco suele mirar si es o no correspondida en sus supuestos sentimientos de amor. Simplemente se autoconvence de que lo es, o de que si no lo es en ese momento, será correspondido si se entrega totalmente a la otra persona, es decir, que la otra persona no podrá resistirse a su caudal de sentimientos y acabará enamorándola. El que ama verdaderamente lo hace sin esperar nada a cambio, pues no puede exigir ser correspondido en los sentimientos por la persona que ama, o en el caso de que fuera correspondido, no puede obligar al otro a que le reconozca sus sentimientos o que acceda a formar pareja con él si no es su voluntad. Es decir, debe respetar la voluntad y la libertad del otro y estar dispuesto a encajar un no por respuesta, aún a pesar de haber entregado su corazón. Pero sí es cierto que en el caso de la relación de pareja, para llegar a ser feliz es necesario que haya un amor correspondido, mutuo. El amar sin ser correspondido no permite ser feliz a ninguna de las dos personas.
Casi siempre suele haber una mezcla de motivaciones. La atracción física se suele combinar con casi todas las demás, pues el instinto biológico sexual está en todo ser humano, aunque a veces también está ausente. En realidad, según sea la capacidad de amar del espíritu predominan un tipo de motivaciones u otras. En los espíritus menos avanzados, que todavía conocen y valoran poco el amor, se dan más habitualmente cualquier combinación de las cuatro primeras: atracción física, conveniencia material, emocional y afinidad mental. En los espíritus más avanzados se dan más habitualmente combinaciones de la atracción física, con la necesidad de ser amado y la necesidad de amar. Hay personas que dicen tener mucho cariño por su pareja, que se llevan muy bien, pero que no sienten la necesidad de tener relaciones sexuales con ella. Esta persona siente un amor fraternal por su cónyuge, como el que puede sentir por un hermano o un amigo, pero no está enamorada de él. No es un amor de pareja. Confunde unos sentimientos con otros. El que siente que falta algo en su relación para llenarse totalmente, aun cuando no haya disputas ni conflictos, sabe que no ha encontrado el amor verdadero. Cuando no se está unido al alma afín no hay una afinidad completa en la pareja. La falta de afinidad se manifiesta en todos los planos, en el sentimental, en el mental y en la sexualidad, y esto provoca un vacío en el interior que no se llena. El que ha experimentado el amor de alma afín sabrá distinguirlo muy bien. El que no ha vivido en esta vida el sentimiento que se despierta al reconocer a su alma afín tendrá que fiarse de lo que intuye espiritualmente, los sentimientos entre almas afines jamás se destruyen y perduran en el espíritu para siempre dejando una huella imborrable. Esta intuición sentimental es la que le permite distinguir lo que es y lo que no es el amor verdadero. El que ve a su pareja como a un hermano y no como pareja ya sabe que no se trata de amor de pareja. Si uno tiene cariño por su pareja, como el que tiene por un hijo o un hermano, y no siente deseo sexual por ella, o cuando tiene relaciones sexuales con su pareja experimenta un vacío o no le nace entregarse en esa relación sino que puede prescindir de ella, el amor que siente es de tipo fraternal.
¿Y qué pasa si uno descubre que ama a su pareja fraternalmente y no como pareja? Si quiere ser feliz debería ser sincero consigo mismo y con el otro respecto a lo que son y lo que no son sus sentimientos y obrar en consecuencia. No tiene sentido prolongar una relación de pareja cuando uno de los dos sabe que no está enamorado, porque ni es feliz ni puede hacer feliz al otro. El mantener relaciones sexuales sin desearlo será un motivo de sufrimiento para el uno y de insatisfacción para el otro. Esa persona quiere a su pareja como a un hermano y vive la relación como la viviría con un hermano. No tiene sentido que continúe la relación como pareja, como no viviría una relación de pareja con un hermano. Hablar aquí de correcto o incorrecto no tiene sentido. Es mejor hablar de ser o no ser verdaderamente felices. Hay personas que se resignan a esta situación y se autoconvencen de que son felices así. Pero es un autoengaño, porque no es cierto. Hay personas a las que les cuesta dar el paso de separarse porque tienen sentimientos enfrentados. Reconocen que no están enamorados de su pareja le siguen teniendo gran afecto y no quieren perder el vínculo afectivo.
El reconocer que no sentimos amor de pareja por el cónyuge no quiere decir que le tengamos que tener aversión ni que le tengamos que apartar totalmente de nuestra vida. Simplemente hay que reconocer el tipo de sentimiento que tenemos por alguien y actuar para que nuestra vida se ajuste al tipo de sentimiento que tenemos. Si hay un sentimiento de amistad, esa amistad puede continuar sin que ello obligue a continuar la relación de pareja. Si no admitimos esto llegaremos a sentir rechazo por esa persona, por el hecho de que nos obligamos a vivir una relación que no está en consonancia con nuestro sentimiento hacia ella. Muchas personas dicen que si fuera por ellos mismos sí darían el paso de separarse. Pero como no quieren hacer daño al otro, prefieren continuar la relación. El daño se lo hacen prolongando la relación, pues si no lo aman no lo pueden hacer feliz. Si prolongan la relación les impiden encontrar una pareja que sí les corresponda en los sentimientos, además de que les están engañando, pues les hacen creer que los aman como pareja cuando en realidad no es cierto. La prolongación de la relación en esas circunstancias es más dañina que la ruptura. Será una unión ficticia, de cara a la galería, una relación forzosa que generará sufrimiento en ambos. Con que uno de los miembros de la pareja no desee continuar la relación es suficiente para dejarla. No importa si el cónyuge no está de acuerdo con esa decisión. Nadie, ni el cónyuge, tiene derecho obligarla a continuar, pues sería una vulneración de su libre albedrío personal. Muchas veces esto no es más que una excusa que refleja falta de valentía necesaria para dejar la relación, y se espera que el otro dé los pasos que uno no se atreve a dar.
¿Seguir en pareja o no? por los hijos y otras razones…
Hay personas que argumentan que aunque dicen que no sienten lo necesario para estar en pareja no se separan porque su pareja nunca les ha dado motivos, pues tienen una relación cordial ?
A veces se cree que debe haber un motivo desagradable que justifique el dejar una relación de pareja, por ejemplo que haya malos tratos físicos o psíquicos, o que alguno de los cónyuges tenga algún tipo de adicción que eche por tierra una convivencia normal. Las personas que tienen esta opinión, es decir, que si no se da un maltrato no tienen justificación para dejar la relación, suelen ser las que han recibido una educación tradicional, pues parece ser que en ésta el maltrato es el único caso en que se tolera relativamente una separación del cónyuge, y se sienten obligadas a que esa relación dure de por vida sin tener en cuenta si hay sentimientos de pareja o no entre ellos. Sin embargo esto no es así. Lo único que hace falta para dejar una relación es que no haya un sentimiento mutuo de pareja. Muchas religiones son contrarias al divorcio, pero yo os digo que obligar a una persona a continuar una relación en contra de su voluntad sí contraviene una ley espiritual, que es la Ley del Libre Albedrío.
Sentimos gran tristeza al comprobar cuánta gente está vacía y falta de amor, pero al mismo tiempo se obliga a estar en relaciones de matrimonio sin sentimiento, bien sea por temor, por comodidad, o porque creen que si se divorcian, al contravenir la ley religiosa de la indisolubilidad del matrimonio, están cometiendo una falta a los ojos de Dios. A mucha gente se le ha hecho creer que es Dios el que pide al ser humano que su matrimonio sea para toda la vida, de manera que la persona cree que con el sufrimiento que le genera la relación sin amor se está “ganando el cielo”. Sin embargo esto no es cierto. No hay ningún avance espiritual en la persona que renuncia a vivir de acuerdo con sus sentimientos, porque no es Dios quien le obliga, sino que es ella misma o las normas sociales o religiosas que profesa las que le obligan. Ha de quedar claro que no es Dios ni la espiritualidad superior la que lo exige, sino las leyes de los hombres. Creéis que con el contrato que firmáis en lo que llamáis matrimonio estáis realizando una transacción comercial cualquiera, en la que unos creen comprar la voluntad y los sentimientos de una persona, y otros se convencen de que están obligados por el contrato a ceder al cónyuge su voluntad, su capacidad de decisión, su libertad y sus sentimientos. En el colmo del delirio egoísta habéis hecho creer que el notario de ese contrato es Dios, y os habéis convencido de que ese contrato ha de ser cumplido a toda costa, pasando por encima de la felicidad propia o la de los demás. Pero sabed que Dios os ha dado la libertad completa respecto a vuestra persona, a vuestros sentimientos y vuestros pensamientos, y que para nada transgredís ninguna ley divina cuando lucháis por vuestra libertad para sentir y pensar. Nadie os puede desposeer del derecho a ser libres, de decidir respecto a vuestra propia vida y vuestros sentimientos en ninguna forma y bajo ninguna circunstancia, y menos en nombre de Dios.
Aunque no lo queráis admitir, una unión de pareja que no esté basada en el sentimiento mutuo en realidad no existe. Aunque se puedan mantener los contratos firmados durante toda una vida, y aunque de cara a los demás se quiera dar una imagen de unión, será una unión aparente, una fachada, pues cada uno en el interior conoce cuál es la realidad y, aunque lo intente disimular de cara a los demás, será un desgraciado pues vivirá la amargura, el vacío y la tristeza de sentirse atrapado en su propia vida. Si además se impone el objetivo de que no se entere nadie, vivirá ese sufrimiento en soledad, lo cual lo hace todavía más doloroso. Es una gran causa de infelicidad profunda en muchos seres humanos y esto debe empezar a cambiar, para que cada persona sepa que tiene derecho a ser feliz y que no hay ninguna ley divina que se lo impida. Todo lo contrario, el mundo espiritual quiere la felicidad de todo ser que existe y ha de hacer todo lo posible para ayudarle a que descubra el camino de la felicidad. Quiere ayudarle a eliminar los obstáculos que se encuentren en ese camino, y las leyes del mundo son como una piedra gigantesca que obstaculiza el camino de la felicidad. Además, habéis hecho creer que esa piedra ha sido puesta por Dios y esto no es real.
Desde el punto de vista espiritual sólo el amor mutuo entre dos personas es lo que define una unión de pareja verdadera, sin que tenga ninguna relevancia el que haya o no un contrato de matrimonio firmado. En vuestro mundo material muchas veces es necesario firmar contratos para proteger al cónyuge o a los descendientes de la familia, por ejemplo, para que si uno de los cónyuges muere, la otra persona pueda tener una pensión o para que otros familiares no puedan desposeer de la vivienda al cónyuge del fallecido, y esto es comprensible. Pero sabed que esto sólo tiene una validez material y no intentéis darle más valor del que tiene. Es decir, que no se debe utilizar el vínculo del matrimonio como argumento para coartar la libertad de una persona, ni en última instancia para retenerla o chantajearla si decide dejar la relación, pues esto se considera desde el punto de vista espiritual un acto contra la ley de libre albedrío.
Hay personas que temen al desamparo material si dejan a la pareja, y continúan con ella porque esto les garantiza una casa y un sustento. Son un reflejo de que en realidad es una unión donde predomina la conveniencia material. Si al inicio no fue el motivo principal de la unión, lo es ahora de la prolongación. Estas personas tendrán que decidir qué valoran más, si su libertad de sentimiento o la seguridad y comodidad. Si eligen continuar la relación por esos motivos seguramente no les faltará de nada materialmente, pero les faltará todo emocionalmente, pues viven sin amar. Si son personas materialistas que valoran poco los sentimientos elegirán continuar la relación. Si son personas que por encima de todo desean ser felices vencerán sus temores y aunque tengan que empezar de cero materialmente hablando lo harán gustosamente porque habrán recuperado su libertad de sentimiento.
Otro de los argumentos de mucha gente que tiene hijos fruto de esa relación de pareja es que no se separan para proteger a sus hijos. Dicen que prefieren aguantar al menos hasta que los hijos sean mayores de edad. Consideran que están actuando correctamente, por amor a sus hijos, pues anteponen la felicidad de sus hijos antes que la suya propia. Consideran que una ruptura de la pareja o del matrimonio puede causar un fuerte trauma emocional a los hijos y prefieren evitarlo ¿Están en lo cierto?
No, no es cierto. Llegan a una conclusión errónea porque cuando uno se divorcia no se divorcia de sus hijos sino de su pareja. Si ambos padres quieren a los hijos los van a seguir queriendo aunque no estén juntos. Este argumento del “aguantar por los hijos” es muy común entre la gente que ha recibido una educación religiosa tradicional, pues en ésta se antepone la unidad familiar por encima de la felicidad personal.
Más bien ocurre lo contrario, que la prolongación de esa relación genera sufrimiento a los hijos, pues cuando dos personas no se quieren y se obligan a vivir juntas generan un ambiente emocionalmente negativo para los hijos, pues la infelicidad que viven la irradian al entorno. Muchas veces los hijos presencian las peleas y discusiones entre los padres, perciben su malestar y su sufrimiento y esto sí les genera sufrimiento emocional. Hay hijos que crecen con el sentimiento de que ellos son los culpables de la infelicidad de sus padres, porque algunos padres les dicen que si no fuera por ellos ya se habrían divorciado. Es decir, que culpan a los hijos de su propia cobardía. Pero para el niño la ruptura de la relación de los padres es un cambio radical en su vida.
¿No es cierto que muchos niños viven la separación de los padres de manera traumática?
Cuando el niño es pequeño la ruptura en sí misma no provoca ningún tipo de trauma emocional, puesto que el niño todavía no tiene el conocimiento suficiente para que los condicionamientos de la educación hayan calado en el. Los cambios que se produzcan en su vida, si siguen teniendo contacto con ambos padres y éstos le siguen manifestando el amor que sienten por él, aunque sea por separado, los vivirá como un juego. Lo que más hace sufrir a los niños pequeños es el hecho de ser utilizados como armas arrojadizas en las disputas conyugales por motivos de la separación y el hecho de asistir a peleas, broncas y chantajes entre los cónyuges. Por tanto si esto es evitado por los padres, conseguirán evitar un trauma a los hijos por el hecho de separarse.
¿Y qué pasa con los hijos que son mayores? Muchos de ellos ya tienen conocimiento de causa y encajan mal ese cambio en su vida. Muchas veces la separación se produce después de estar años aguantando. Consciente o inconscientemente, el mensaje que se les transmitió a los hijos durante ese tiempo era que por encima de la felicidad personal está la unidad familiar. Por tanto los hijos tienden a interpretar lo que está pasando desde esa visión. Por eso perciben la ruptura como algo negativo, porque lo ven contrario a lo que hasta entonces habían creído que era lo correcto y bueno. Para que ellos puedan encajar lo que están viviendo es necesario desprogramarlos de la educación que se les dio y hacerles entender ahora que la libertad de sentimientos y la felicidad personal están por encima de todo y que nadie debe renunciar a ellas bajo ningún concepto.
¿Es difícil que un niño casi adolescente encaje todo eso de la noche a la mañana cuando ya ha vivido toda una infancia educado con otras normas, además inculcadas por sus propios padres?
Eso depende de lo evolucionado que esté ese hijo. Hay hijos que son más comprensivos que otros. A veces son los hijos los que aconsejan y ayudan a los padres a dar este paso, porque son más conscientes de la realidad que sus padres. El que más avanzado está es el que más comprensión pondrá y mejor lo encajará, porque por encima de la educación que haya recibido estará su nivel evolutivo para hacerle comprender esa situación. Pero incluso aunque le cueste de encajar en ese momento, lo apreciará en el futuro cuando sea más mayor si se ve en una situación semejante. Quiero decir que si llega a tener una relación de pareja y se da cuenta de que no está enamorado y tiene que decidir si continuar o dejar la relación, tendrá claro que por nada del mundo debe obligarse a continuarla. Tendrá un ejemplo en sus propios padres de que no hay nada de malo en ser libre. Tendrá mayor seguridad y valentía y se sentirá menos culpable a la hora dejar una relación en la que no es feliz. Sin embargo, si ha tenido el ejemplo contrario, es decir que sus padres se han obligado a continuar la convivencia en contra de sus sentimientos, él mismo puede tomar este mal ejemplo y repetir la misma vida desgraciada que tuvieron sus padres. (Vicent Guillem)
Es complicado amar a la gente real, porque una persona real no va a cumplir tus expectativas. No es su deber. Nadie está aquí para cumplir las expectativas de otra persona, tiene que vivir su propia vida. Y cuando hace algo que no entiendes o no te gusta, o no se ajusta a tus emociones, la relación se complica.
Es fácil pensar en el amor, pero el reto es amar en la práctica. La verdadera dificultad está en amar a los seres humanos concretos. Es fácil amar a Dios o a la humanidad como un concepto. El verdadero problema surge cuando conoces a una persona concreta y chocas con ella. Chocar con ella es ir a través de un gran cambio, y es un gran reto, una gran oportunidad.
Recuerda, es un problema real, no tiene nada que ver contigo personalmente. Este problema tiene que ver con el fenómeno del amor. No lo conviertas en un problema personal, si no, te meterás en un lío. Todo el mundo tiene que hacer frente, más o menos, al mismo problema. Tiene que ver con el mundo del amor.
La misma relación te lleva a situaciones en las que surgen problemas…y es bueno pasar a través de ellas. Muchos han intentado encontrar la felicidad por medio del otro, y esto ha sido la causa de muchos problemas. Han perdido el contacto consigo mismos. Se han alejado tanto de sí mismos que no saben cómo volver. No saben dónde está el camino, dónde está su casa. Se sienten insignificantes, desamparados, y siguen haciendo esfuerzos de amor con aquella mujer u hombre. Lo intentan de todas las maneras pero se sienten vacíos, porque el amor sin silencio no te puede hacer feliz. Cuando no hay silencio interior en tu vida no hay felicidad; sigue faltando algo.
Cuando eres feliz sin silencio, tu felicidad será como una fiebre, una excitación… mucho ruido y pocas nueces.
Ese estado febril creará mucha tensión dentro de ti y no conseguirás nada, sólo correr, perseguir. Y un día te das cuenta de que todo ese esfuerzo no tiene sentido porque estás intentando encontrar al otro, pero todavía no te has encontrado a ti mismo.
Uno debería ser capaz de ser feliz solo, y también debería ser capaz de ser feliz con alguien. Uno debería ser feliz dentro de sí mismo, y también poder ser feliz en las relaciones. Uno debería tener una casa bonita por dentro y por fuera. Deberías tener un hermoso jardín rodeando tu casa, y también un bello dormitorio. El jardín no se opone al dormitorio; el dormitorio no se opone al jardín.
La meditación debería ser un refugio interno, un altar interno. Siempre que sientas que el mundo es demasiado para ti, puedes ir a tu altar interno. Puedes darte un baño en tu ser interno. Puedes rejuvenecer. Puedes salir resucitado: de nuevo vivo, renovado… para vivir, para ser. Pero también deberías ser capaz de amar a la gente y hacer frente a la vida, porque un silencio impotente que no puede hacer frente a los problemas no es un gran silencio. Sólo debes anhelar un silencio que pueda hacer frente a los problemas y permite también experimentar el silencio consciente.
Me gustaría decirte estas dos cosas: primero empieza a meditar… porque siempre es bueno empezar desde el centro más cercano de tu ser, y es la meditación. Pero no te quedes sólo ahí. La meditación debería transformarse florecer, abrirse y convertirse en amor, que será expresado en formas diferentes, según tus energías. Amor no es emocionalidad o dependencia o hacer mucho ruído.
Miedo. No te preocupes, no lo conviertas en un problema, no lo es. Simplemente es humano, es natural. Una persona pierde el miedo cuando acepta sus miedos. No es una cuestión de valentía.
Se trata de ser más receptivos, sensibles, atentos, con atención suficiente. Date cuenta de que tus miedos también pueden servir de peldaños. No te preocupes, ¿de acuerdo? (Ocean)
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